La afición de los clérigos a la pelota es tan ancestral como el propio juego. De hecho, el primer dato sobre pelota en el País Vasco nos lleva a 1331, cuando Felipe III de Evreux mandó reparar el juego de pelota del claustro de los dominicos de Pamplona. Por lo tanto, los frailes ya practicaban y tenían su propia cancha.

La primera prohibición de que los curas jugaran a pelota consta para el año 1246 y la hizo el arzobispo de Rouen. Y si por algo se ha caracterizado la historia paralela entre la Iglesia y la pelota es por las diversas y persistentes prohibiciones
que a lo largo de los siglos se dictaron en todas partes. Dichos mandatos tenían como objetivo evitar que los clérigos jugaran a pelota, que lo hicieran en público o en recintos de mala reputación, que jugaran sin sotana o con indumentaria inadecuada, y por supuesto que cruzaran apuestas.
Mención aparte, y además desternillante, es la infinita lista de todos los clérigos, párrocos, presbíteros y beneficiados cuyos nombres han quedado plasmados en los archivos por su afición a la pelota y a otros asuntos menos celestiales. Seleccionamos algunos hechos, nombres y fechas para ilustrarlo:
1588. Cuatro presbíteros de Pamplona, Pedro de Errazquin (campanero de San Nicolás), Juan de Errazu, Martín de Urrutia y Sancho de Arrieta, junto al capellán del Hospital General, Juan de Echetegui, fueron acusados por el obispado de que «con poco temor de Dios y menos de sus conciencias, estuvieron jugando a pelota públicamente desnudos e indecentemente y después se atrabesaron palabras feas y binieron a las manos». La pelea se debió a que Sancho de Arrieta no quiso pagar a Juan de Echetegui la apuesta perdida, así que el acreedor se puso faltón: «andad que sois hijo de un mesonero que en salidos afuera yo haré que me pagueis», a lo que el deudor replicó «que sois hijo de un mulatero». De las palabras pasaron a los golpes y acabaron encerrados en la torre episcopal.
1589. Juicio al beneficiado de Legaria, Martín de Ollobarren, por jugar a naipes en la tabernas, a pelota en plazas y calles, andar por las noches armado y pelear con cualquiera (hasta le pegó una cuchillada a su hermano).

1601. Jerónimo Ximeno, beneficiado de Andion (Mendigorria), es acusado de jugar con frecuencia a pelota en lugares públicos, la mayoría de las veces en calzas y jubón, “con gran indecencia a su orden sacerdotal”.
1602. Juzgan al beneficiado de Areso, Pedro Guilleron, por ir con arcabuz y “jugar a pelota en calzas y jubón, y otras veces en camisa con mucha nota, así como por jugarse públicamente la colación y dineros” en la plaza de Leitza.
1605. Denuncian al clérigo de Artajona, Miguel Goyena, por jugar a pelota de manera reincidente, teminar un partido con golpes e insultos y apostar dinero. Lo mejor del juicio es su declaración: “Fui importunado por unos forasteros para que jugase a pelota y aunque yo no quería me hicieron jugar…”. Ya, claro, seguro que obligado.
1606. El clérigo de órdenes menores de Bera de Bidasoa, Martín de Icea, fue juzgado por jugar a pelota en la calle pública y apostar dinero. Además, se le acusó de jugarse dinero en las tabernas “a cientos” y de tener tratos con una moza, hija de un pastor francés, que vivía en la borda Iriartea, a los que se les vio juntos “a boca de noche”.
1610. Juzgan al abad de Mirafuentes, Francisco Sanz de Santacruz, por jugar a pelota, además de por soberbio, colérico, vicioso, andar de noche por los pueblos vecinos, y tener conejos y palomas sobre la capilla mayor de la iglesia.
1613. Se acusa al clérigo de Tafalla, Miguel de Olleta, por mantener relaciones con una mujer casada y jugar públicamente a pelota, además, apostando dinero.
1613. Juzgan al abad de Piedramillera por jugar a pelota y a naipes.

1613. El beneficiado de Arellano, Pedro de las Peñas, es encausado por jugar a pelota públicamente. Además, “le gusta tocar la guitarra y con ella da música y festeja a las damas”.
1613. Se procesa a Miguel del Busto, beneficiado de Arguedas, pues “tiene por oficio y costumbre jugar públicamente en las calles y plaza de la dicha villa a la pelota, alzada la sotana con mucha indecencia”.
1615. En Artajona, el presbítero, Juan Lascarro, y el clérigo, Pedro de Irigoyen, son acusados porque “un día jugando a la dicha pelota tuvieron entre ellos riñas y pendencias, y della procedió que se dieran entre ellos de palazos y se trataran muy mal de palabra ofensivas”.
1617. En Falces, juzgan al clérigo Lorenzo de Zapata por llamar “borracho e infame” y pegarle dos palazos al regidor (concejal) Felipe de Caparroso, quien no quiso devolverle la pelota que se había encalado en su tejado.
1621. Juzgan al párroco de Peralta, Miguel de Etulain, por andar de noche con guitarra y armado, alborotar, ser poco recatado con las mujeres y por jugar a pelota en las calles y a naipes en las casas.

1623. Juan López de Zuaznabar Olaizola, clérigo del valle de Oiartzun, es acusado de tener relaciones con tres mujeres diferentes con quienes tuvo siete hijos, además de torear, andar en riñas de taberna, y cómo no, jugar a la pelota. Buen currículum sí señor.
1625. Juzgan a Jerónimo Martínez, párroco de Miranda de Arga, por insultar y dar un palazo mientras jugaba a pelota.
1628. Encausan a tres clérigos en Bera de Bidasoa: a Juan de Alzate, por jugar a pelota en la plaza pública con gente lega, causando con ello murmuración y escándalo. Al beneficiado Gregorio de Iriarte, por jugar a pelota, entrar en mesones y tabernas a jugar y beber, por danzar y tener diversas pendencias. Y al beneficiado Martín de Vicuña, por danzar en la plaza con mujeres, por jugar a pelota y tener relaciones con una mujer.
1628. El maestro de capilla de la Catedral de Pamplona, Matheo de Calvete, es acusado de jugar todos los días tres y cuatro horas en el trinquete. Y lo más gracioso es que alegó que jugaba para curar la ciática. A la lista de acusaciones, que es mondante, se añaden que “tiene en su casa una sobrina joven, que se sospecha es su hija”, que “nunca ha rezado ni reza por causa de no saber rezar ni ha hecho diligencias para aprender“ y, por último, “bebe vino demasiadamente y cuando se topa con algunos seglares se saludan los unos a los otros diciendo adios ordia, que quiere decir borracho”.
1628. Encausado el presbítero de Lekaroz, Juan de Irigoyen, por jugar a pelota con legos, danzar en la plaza y andar de noche con espada y sin hábito.
1631. El beneficiado de Roncal, D. Pedro López, es acusado “por vender medias; porque no entiende lo que lee, ni sabe cantar y hace el ridículo cuando canta en la Misa; y por jugar a pelota en la plaza, en calzas y jubón”.

1634. Acusan al beneficiado de Miranda de Arga, Carlos Colomo, de colérico y andarse en pendencias, ir de noche rondando por las calles con espada y broquel (pequeño escudo de madera) y jugar a pelota sin sotana. Los testigos declaran que en una reyerta acabó a cuchilladas y que, otra vez, en un partido de pelota le pegó un palazo a otro.
1635. Juicio al párroco de Gallipienzo, Pedro de Iriarte, por “dedicarse al juego de pelota, tener tratos con una viuda, hacer de galán y andar por las calles en mangas de camisa”.
1635. En Mues, acusan al presbítero Pedro Marín de Murga “por jugar a pelota en público y levantada la sotana, por participar en deportes populares como el tirar la barra y por beber vino en demasía hasta perder la memoria”.
1639. Juicio a Pedro Jordán, presbítero de Olite, por pendenciero y por jugar a pelota en el palacio y en las plazas.
1666. Querella en Azpeitia contra los curas Antonio Larralde y Juan de Oñaz por jugar a pelota en la plaza pública con hábito indecente, además de jugar a los naipes, faltar a sus obligaciones y faltar el respeto a los sacerdotes mayores.

1667. En Sangüesa, Diego de Torrea y Pedro Iñiguez, clérigos de órdenes menores, discutieron jugando a pelota y el primero tiró un vaso de vino al segundo, hiriéndole gravemente en la frente “con mucha sangre”. “Esto sucedió en publico y delante de muchas personas, causando grave escándalo y murmuración”.
1675. En Villafranca, el clérigo, Joseph de Vitoria, agredió con la pala a Antonio García de Olloqui. En el juicio se dijo que andaba de noche y con armas y que, una vez, en el camino de Marcilla, salió con un arcabuz al encuentro del escribano Antonio Ros y le amenazó para cobrar los siete reales que había ganado a un hijo suyo a los naipes.
1703. Juzgan al presbítero de Estella, Pedro de Vaquedano, por insultar y golpear a un muchacho de 16 años, llamado Manuel de Insausti, que no le quiso dar unas pelotas de lana para jugar en el trinquete de San Francisco.
1743. El rector de la parroquia de Amaiur, Juan Martín de Iturralde, es juzgado por apalear a un pastor por jugar a pelota en vísperas. También apaleó a otro mozo por ir vestido de mujer en carnaval, y amenazó a unas chicas “por conducta liviana”. Este es el caso contrario: en lugar de jugar a pelota, les cascaba a los que jugaban.
1754. En Asteasu, Pedro Joseph de Zuera y su mujer Ángela Rodríguez demandaron a la parroquia por gastarse el dinero de una donación para fines caritativos en arreglar una tapia del cementerio que “solo sirve para jugar a pelota”.

«La increíble historia de la pelota vasca».