HUELGAS, CONFLICTOS Y MONOPOLIOS EN LA PELOTA VASCA.

ENSEÑANZAS DEL PASADO Y EL ELEFANTE ENCADENADO.

En los últimos tiempos hemos asistido con una mezcla de estupor, cabreo y preocupación al conflicto que azota a la pelota mano profesional. Los abusos continuados, en particular de Baiko, provocaron finalmente la huelga de pelotaris que se inició el 9 de octubre.

Cuando ya terminaba la redacción de este artículo (27/10/2020) se ha producido el acuerdo entre los pelotaris de Baiko y la LEPM, asumiendo la mayoría de sus revindicaciones, por lo que la huelga será desconvocada.

Vaya por delante nuestra felicitación por el resultado y por la mejora de su situación laboral, mayor si cabe cuando se confirmen las readmisiones de Laso, Víctor, Mariezkurrena y Eskiroz. Pero ojo, aunque suponga un éxito en la consecución de sus reivindicaciones, existe un riesgo serio de que la crisis se cierre en falso, o que la solución sea parcial y temporal: aunque nos alegremos por su nueva situación, la realidad es que la pelota en general sigue igual de tocada que antes, con un duopolio de empresas que pincha y corta a su antojo, unas federaciones y gobiernos que miran para otra parte, unos clubes y escuelas de pelota ninguneados, y una afición maltratada.

¿Conocéis el cuento del elefante encadenado?

En cierta ocasión un niño fue al circo y se quedó muy soprendido cuando vio a un descomunal elefante de cinco toneladas que estaba atado a una pequeña estaca de madera con una minúscula cadena que rodeaba su enorme tobillo. El niño no pudo enteder cómo el elefante, capaz de arrancar un árbol de un golpe, no se liberaba y huía.

Entonces, un anciano muy sabio que estaba a su lado, se lo explicó: “El elefante no se escapa porque ha estado atado a esa misma estaca desde que era muy pequeño. Seguro que entonces intentó con todas sus fuerzas liberarse, pero no lo consiguió, aún le faltaba crecer para tener la fuerza necesaria. Y así llegó un día, en que el pequeño elefante se resignó a su destino.

Ese enorme y poderoso elefante no escapa porque cree que no puede. Todavía tiene grabada en su memoria la impotencia que sintió de pequeño. Y lo peor es que no se ha vuelto a cuestionar ese recuerdo. Jamás ha vuelto a poner a prueba su fuerza. Está tan resignado que ya ni se lo plantea.”

Supongo que ustedes ya han pillado la moraleja: a veces en la pelota existe una resignación por los recuerdos, por el pasado. Sin embargo la situación actual no viene dada por la ley de la gravedad que es inmutable, sino que puede y debe cambiarse.

El pasado no son solo batallitas, sino que para saber hacia dónde queremos ir es imprecindible conocer de dónde venimos y extraer conclusiones. Para ello, en este texto, echaremos la vista atrás y volveremos luego al presente, pues se trata de reproducir los aciertos y aprender de los errores del pasado. Se trata de no tropezar una y otra vez con la misma piedra, pero también de entender que la situación de hace décadas no es la actual, y que muchas cadenas se pueden romper.

SIGLO XIX: LOS PRIMEROS PROFESIONALES POR SU CUENTA

Hágamos pues un poco de memoria: es interesante recordar que se considera a Juan Bautista Izaguirre, Chiquito de Azpeitia, como el primer pelotari profesional y se data el inicio de su carrera en 1854.

Desde épocas anteriores y hasta finales del XIX todos los pelotaris, aficionados o profesionales negociaban sus retribuciones y participaban de la organización de sus partidos, aceptando o no las propuestas que recibían, o bien concertando de forma personal y directa sus desafíos. Ellos se lo guisaban, disputaban los partidos y cobraban sus honorarios, así como la apuesta fijada. Los encuentros tenían siempre lugar en plazas de pelota o frontones públicos.

LLEGAN LOS FRONTONES PRIVADOS Y LOS CUADROS DE PELOTARIS

El primer punto de inflexión vino marcado por el primer contrato de un pelotari para jugar en la Plaza Euskara de Buenos Aires, suscrito el 20 de octubre de 1884 por Txikito de Eibar, la gran leyenda de la todas las modalidades de pelota vasca.

El segundo hito tuvo lugar con la construcción de los grandes frontones industriales. Todo empieza con el Jai Alai de Donostia, inaugurado en 1887. La pelota vasca se profesionaliza e industrializa merced a los empresarios de la pelota que construyen frontones, programan partidos, cobran entrada y gestionan las apuestas a través de corredores.

Al comienzo de su actividad (finales del XIX) contrataban a los pelotaris para cada partido, programando el encuentro más atractivo para el público. Así, Luis Bombín y Rodolfo Bozas-Urrutia escriben que hacia 1894 un buen pelotari cobraba mil pesetas por partido. Pero muy pronto asistimos a un cambio trascendental: los frontones optaron por formar cuadros de pelotaris, les ofrecen contratos estables y a cambio exigen exclusividad.

Asistimos en ese momento, finales del siglo XIX, al boom de la pelota vasca por todo el mundo, y la demanda de pelotaris es elevadísima. En esta época incipiente las empresas están asociadas a un frontón concreto y rivalizan entre sí para tener en sus cuadros a las grandes figuras. Así, los buenos pelotaris tienen la capacidad de exigir, negociar sus condiciones y dejarse querer. Es la ley de la oferta y la demanda.

PERO DE INMEDIATO SURGEN MONOPOLIOS U OLIGOPOLIOS

El capitalismo considera esta ley del mercado como un mecanismo perfecto que se autorregula, asigna de manera eficiente los recursos y distribuye de forma equitativa la riqueza. Sin embargo, la verdad es que la economía de mercado produce enormes injusticias sociales, y las empresas -salvo que exista el contrapeso de la regulación y la presión de los y las trabajadoras-, tienden al monopolio y al desequilibrio en el reparto de beneficios entre la fuerza del trabajo y la del capital. Esto no es marxismo-leninismo, es la pura realidad.

Y así sucedió también en la historia de la pelota a finales del siglo XIX, cuando los grandes frontones concluyeron que la competencia desmedida entre ellos no era un buen negocio, y que, en cambio, si se asociaban podían rebajar los salarios de los pelotaris e incrementar su beneficio. Así que primero se fusionaron los dos grandes frontones de Madrid, el Jai Alai y el Fiesta Alegre, que además trataron de ahogar a la competencia y arrendaron el Jai Alai de Donostia.

Pero faltaba todavía la puntilla, que fue ejecutada por el empresario José Arana, promotor y constructor del Beti Jai de Donostia en 1892 y dos años después el Beti Jai de Madrid, la Capilla Sixtina de la pelota. Pues bien, José Arana trazó y ejecutó a la perfección una estrategia para acabar con la competencia, y consistió en contratar a todos los pelotaris de renombre. Logró su objetivo en 1894 tras unas largúisimas negociaciones individuales con todos y cada uno de ellos, consiguiendo que firmasen un contrato para cuatro años. Y realmente firmaron todos los pelotaris de primera y segunda fila, bueno, todos menos uno, Juan José Irun.

Había comenzado el oligopolio de la pelota vasca por unas pocas empresas, o incluso el monopolio por una sola. Y como veremos más adelante, este régimen de ausencia de competencia provocará una desigualdad absoluta en la capacidad de negociación y en el margen de maniobra por parte de los pelotaris. El resultado será obvio: poco a poco las empresas impondrán sus condiciones, de forma paulatina o inmediata según les convenga, pero terminarán haciéndolo.

HUELGA DE PALISTAS EN 1921

En 1921 se produjo una huelga de palistas en el Euskalduna de Bilbao y de forma simultánea en el Central de Madrid y el Principal Palace de Barcelona. Los palistas tuvieron que buscarse la vida, jugando en La Estrella de Portugalete, el Euskal-Jai de Pamplona, o en el Euskel-Jai de Bilbao.

Gaceta del Norte. 1 de octubre de 1921.

Jesús Azurmendi señala que fue una huelga muy dura y que duró hasta el 11 de febrero de 1923. Muchos de los palistas terminaron jugando en el Jai Alai de Madrid o donde pudieron. La intrasigencia del frontón Euskalduna logró desterrar a la pala y a los mejores palistas. Perdió la pelota y la afición, perdieron los pelotaris y perdió la empresa.

Por destacar una lectura positiva Chiquito de Gallarta, la figura indiscutible del momento, destaca en una entrevista que marchándose a Madrid logró el mejor contrato de su vida, lo que al menos acredita que en ocasiones es necesario llevar la presión al extremo y mantenerse firme, y que cuando se cierra una puerta, tal vez se abra otra nueva más ancha.

Diario Sport de Madrid. 18 de enero de 1923.

HUELGA DE PALISTAS Y REMONTISTAS DE 1931. Y PRIMERA SINDICACIÓN DE PELOTARIS.

En abril de 1931 el frontón Betis de Sevilla tentó y contrató a un grupo de palistas del Euskalduna, del Moderno de San Sebastián y del Jai-Alai de Madrid. Pero la pala no triunfó por tierras andaluzas y para junio la empresa tuvo que cancelar los contratos y la programación.

Los palistas quisieron volver a sus frontones de origen, pero la Sociedad Anónima de Deportes y Espectáculos, que explotaba las canchas de Madrid, San Sebastián y Bilbao, se tomó la revancha y admitió solo a unos pocos. El desarrollo de este episodio nos aporta lecciones ejemplarizantes:

Unidad. La Asociación de Pelotaris amenazó de forma unánime con la huelga si no eran readmitidos todos los pelotaris. Así lo vemos en el recorte de El Excelsior de 1 de septiembre de 1931 (arriba): «Los pelotaris asociados, que lo son todos, se han comprometido a sostener enérgicamente la demanda, por estimar que es de mayor justicia el no permitir que queden desamparados varios compañeros, cuya readmisión es rechazada por la Empresa”.

Acción y presión. De las palabras a los hechos. En vista de que la empresa no admitía las demandas, la huelga tuvo finalmente lugar, así que El Pueblo Vasco, informa el 22 de septiembre de 1931: “Como consecuencia de un acuerdo adoptado en Deba por la asamblea de la Asociación de pelotaris de Pala y Remonte, se han declarado éstos en huelga”. 

Solidaridad. Como resultado de la huelga, los dieciséis mejores palistas se marcharon al frontón México, comprometiéndose a enviar todos los meses 500 pesetas a la Asociación de Pelotaris. Una verdadera caja de resistencia y solidaridad.

Sindicación. La Asociación de Pelotaris concluyó que la mejor organización para la defensa de sus intereses y derechos era la sindical, así se constituyó en 1932. Eran los tiempos de la Segunda República.

La Tierra. 22 de septiembre de 1931.
La Nación. 21 de septiembre de 1931.
La Libertad. 5 de octubre de 1932.
El Heraldo de Madrid. 22 de septiembre de 1931.

Desenlace. La empresa que no quiso readmitir a los palistas huelguista contrató a pelotaris (palisas y puntistas) de menor nivel, el público no tragó y abandonó los frontones, por lo que la empresa terminó quebrando. La huelga terminó el 1 de noviembre de 1932 cuando la empresa del ex duque del Infantado arrendó los frontones Euskalduna, Jai-Alai, Moderno y Jai-Alai de Zaragoza. Retornó la actividad de pala, readmitieron a los despedidos, incluidos a los de México. Y la información de prensa nos indica que los pelotaris formaron una comisión mixta con la empresa para fijar los sueldos, y que los pelotaris sindicados estaban mejorando sus condiciones laborales y salariales, negociando nuevos contratos y honorarios.

La Libertad. 5 de octubre de 1932.

MIGUEL GALLASTEGI.

Miguel Gallastegui es el rebelde con causa de la pelota vasca, hasta el punto de que no le tembló el pulso ni le flaquearon los principios cuando se negó en 1953 a disputar la final manomanista.

Su rebeldía estuvo realmente justificada y sus reivindicaciones supusieron mejoras para muchos pelotaris en forma de derechos laborales. Por ello, llegó a ser amenazado por la federación ante la Falange con retirarle su licencia de pelotari.

En 1946 ya se había negado a jugar el manomanista por desacuerdo económico con la organización. También participó en un plante con otros cinco pelotaris aunque, al final, le dejaron solo y fue marginado por las empresas. No obstante, al cabo de los meses logró su objetivo, siendo el primer pelotari en conseguir un contrato sin exclusividad, lo que le permitió concertar partidos en Iparralde, Madrid o Barcelona y ganar 10 veces lo que le ofrecían por jugar solo en el País Vasco.

En 1951 por desavenencias económicas, estuvo a punto de no jugar la final. Pero fue en 1953 cuando, esta vez sí, renunció a disputar la txapela contra el riojano Barberito I. Gallastegi exigió mejorar sus honorarios y que se jugara a partir de octubre para evitar el calor. Así que comenzaron las negociaciones. Sin embargo, y en paralelo, sufrió las presiones de la federación guipuzcoana, de la empresa y hasta del gobernador civil, quien le acusó de no querer jugar ante Franco, que en ese momento veraneaba en Donostia e iba a presenciar la final.

La empresa organizadora, aprovechando el viento favorable de las presiones, vio la oportunidad de hacer más caja y se sacó de la manga que, para ver la final, era necesario comprar un abono de cuatro partidos: la final y otros tres que se disputarían en Donostia. Gallastegi se enteró por la prensa y, de inmediato, anunció su renuncia, lo que le supuso, no poder disputar la txapela y tres meses de suspensión.

Breve moraleja: aun teniendo toda la razón es imposible librar una batalla en solitario.

SURGEN LAS EMPRESAS CON FRONTÓN AMBULANTE.

No tiene nada de casualidad que el mismo año de la renuncia de Gallastegui a jugar la final, en 1953, un grupo de empresarios acuerda constituir Empresas Unidas.

Se trata de un nuevo movimiento en el tablero con el objetivo de rematar el monopolio y controlar a los pelotaris y las competiciones. Su gran jugada (empresarial) es que no ejercen su actividad sobre un frontón fijo, sino que programan al cuadro de pelotaris en diversos frontones, sobre los que acaban ejerciendo antes o después también una posición de dominio.

Los manistas profesionales ya no tienen donde elegir y en sus contratos se les impide concertar desafíos o exhibiciones al margen de la empresa. Ser pelotari equivale a ser empleado de Empresas Unidas. Tan solo hubo una pequeña resistencia de una decena de pelotaris de segunda, y aunque la protesta terminó en desunión y muchos renunciaron, los que mantuvieron la protesta lograron mejorar sus condiciones iniciales.

Esta situación perdura hasta nuestros días: las empresas no precisan construir, arrendar ni mantener los frontones, sino tan solo programar los partidos en ellos. La fórmula es lógica, pero no lo son las actuales exigencias ni contraprestaciones para utilizarlos, a cambio de cantidades irrisorias que no cubren ni la luz.

HUELGAS EN CESTA PUNTA.

En 1933 se produjo una primera huelga de puntistas en el Frontón Novedades de Barcelona. Exigieron más dinero y para contrarestarla el frontón contrató a los mejores palistas del Euskalduna de Bilbao.

Otra huelga, en este caso de celo, es la que protagonizaron los puntistas del frontón Dania de Miami en 1957. Reivindicaron mejoras laborales con una modalidad de huelga que los cubanos denominaron “paso quijote”, que consistia en perder el tiempo hasta la extenuación entre tanto y tanto, probando todas las pelotas disponibles. Así restaban por completo espectáculo al partido y desquiciaban a los espectadores, por lo que la empresa tuvo que negociar y ceder.

Otra huelga de puntistas en Estados Unidos sucedió en 1968, y la solución de los empresarios consistió en viajar a Gernika y Markina y contratar a pelotaris de menor nivel. Divide y vencerás es el lema que casi siempre ha resultado exitoso a los empresarios.

En 1975 el cuadro de pelotaris de Las Vegas fue a la huelga. No se llegó a ningún acuerdo, el frontón se cerró y todos los pelotaris se quedaron sin trabajo y tuvieron que volver a casa. Seis meses más tarde se reabrió el frontón con pelotaris nuevos. Javier Yarza cuenta que tenía apalabrado jugar pero la empresa le negó la readmisión por haber formado parte de los huelguistas. De nuevo la desunión y la insolidaridad.

El Frontón de México acogió no una sino dos huelgas, ambas exigiendo mejores condiciones laborales. La primera fue en 1987 y la segunda comenzó con el simbólico acto de izar una bandera rojinegra el 2 de octubre de 1996, cuando los empleados y pelotaris iniciaron una huelga que provocó el cierre del frontón. No volvió la pelota vasca al Frontón México hasta 2017, veinte años después.

Pero sería en 1988 cuando se produjo la histórica y conocida huelga del jai alai en Estados Unidos. Todo comenzó el 7 de febrero de 1988 en el frontón de Bridgeport, cuando el pelotari Pedro Olarreta reunió a todos sus compañeros, planteó una lista de reivindicaciones, rompió su contrato ante todos ellos y les arengó a iniciar una huelga que se extendería por todos los frontones estadounidenses.

Su causa era justa: no disponían de planes de pensiones, los contratos eran abusivos e innegociables, no participaban apenas de los beneficios, no cobraban nada de la abundante publicidad y no se les permitía tener un sindicato propio.

La empresa creyó que los jugadores aflojarían pero la huelga duró dos años y medio, la má larga del deporte profesional norteamericano. Ya nada sería igual, el público se había ido para no volver, los frontones cerraron como fichas de dominó, y hoy apenas dos frontones (funcionaron hasta 14 a la vez) programan partidos de manera regular (Miami y Dania). Juegan poco más de 70 puntistas, cada vez menos vascos y con menor nivel, y en las gradas se reúne diez veces menos gente que antes.

La huelga resultó catastrófica, y se trata de un caso evidente de cómo todas las partes pierden, y la propia pelota la primera. Sin embargo, resulta difícil extrapolar paralelismos entre la cesta punta en Estados Unidos y la mano profesional en el País Vasco. Es cierto que allí jugaban más de 600 profesionales, mientras que aquí y ahora apenas son 40 los manistas profesionales. Sin embargo el arraigo social, las escuelas de pelota, la afición pelotazale, las audiencias televisivas y la fuerza que la pelota tiene en nuestra cultura y nuestro imaginario evitan que las consecuencias desastrosas (la desaparición de la cesta punta y la pelota casi de facto) pueda suceder en nuestra tierra con la pelota mano.

HUELGAS Y CONFLICTOS RECIENTES

En 1996 todos los palistas de Asegarge, a excepción de cinco, recibieron una oferta a la baja de renovación de sus contratos: de 96 partidos anuales pasaban a 48. Se exceptuaba de la propuesta a Intxausti, Juan Pablo, Daniel, Garrido y Arzelus, con contrato en vigor, pero los cinco se solidarizaron con sus compañeros, negándose a jugar.

Asegarce literalmente despareció de la escena y abandonó la pala profesional. Los pelotaris mantuvieron su huelga hasta julio de 1997, cuando entró en escena Aitor Totorika. No contrató a todos los palistas y, aunque estos habían firmado ante notario que “todos o ninguno”, no lo cumplieron. Desde entonces la pala profesional se mantiene a duras penas con el apoyo de las instituciones.

En 2002 a través de Eskutik se vivió el penúltimo de los conflictos en la mano profesional. Aunque ya hemos visto antecedentes históricos de sindicación y asociación de pelotaris, y también existieron activos montepíos de pelotaris a lo largo del siglo XX, o más tarde, en 2009, se formará la Asociación Mundial de Pelotaris, es cierto que Eskutik supone uno de los antecedentes más interesantes de asociacionismo y reivindicación en el ámbito de la pelota mano profesional. Lamentable tuvo un recorrido efímero y una falta de continuidad, provocado por la desunión posterios de los 70 pelotaris profesionales que la integraban.

Llama mucho la atención, muchísimo, la sensación de asistir al día de la marmota, cuando se repasa la hemeroteca, así por ejemplo, los recortes de Gara del 9 de enero de 2002, nos remiten a actuaciones feudales, a la intención de formar una cooperativa, a la llamada dirigida a las instituciones (Gobierno Vasco y Gobierno de Navarra) y las federaciones para que dejen de ponerse de perfil y se involucren de manera efectiva, a la amenaza de huelga. Veinte años después seguimos igual.

Gara. 9 de enero de 2002.

También resula llamativo constatar que la persona que hoy en día rige las decisiones de Baiko, y a quien la mayoría apunta como origen y fuente del actual conflicto, aparece de forma recurrente y protagonista en los diversos conflictos sucedidos en el siglo XXI, bien como Director de Deportes del Gobierno Vasco de 2001 a 2009, o como presidente de la Federación Vasca de Pelota de 1997 a 2001.

EPÍLOGO Y CONCLUSIONES

A la hora de documentar estos textos, me sorprendió constatar que la huelga de pelotaris de Estados Unidos constituye todavía hoy para muchos un tabú. Tan malos recuerdos evoca que muchos prefieren cubrirla con un manto de olvido y de silencio. Otro reputado pelotazale, me expresó que prefería no escribir sobre las huelgas históricas de la pelota ya que la conclusión era desoladora y era como dar una ventaja argumental a las empresas sobre los pelotaris.

Con todo mi respeto debo discrepar. La historia de la pelota nos demuestra que ha habido huelgas, reinvidicaciones y conflictos que han terminado con mejores condiciones para los pelotaris y el reconocimiento de sus derechos. El éxito, eso sí, requiere de unidad, solidaridad, resistencia, presión y acción de manera simultánea. No todas las batallas se ganan, pero las que siempre se pierden son las que no se disputan.

Este último conflicto nos ha enseñado que los pelotaris no estaban solos sino que toda la afición y la comunidad pelotazale estaba de su parte. No vivimos hoy bajo una represión franquista, sino que sindicatos, medios de comunicación y redes sociales juegan un papel fundamental para presionar a las instituciones, federaciones, a la televisión y a los patrocinadores.

Los pelotaris ya han dado un paso importante, ahora lo debería dar la pelota en su conjunto. La estaca y la cadena no resisten tanto como hace tiempo nos hicieron creer.

Artículo escrito por Santiago Lesmes Zabalegui (La increíble historia de la pelota vasca).

Fuentes y agradecimientos:

Muchas gracias a Jesús Azurmendi y Fernando Goñi por sus valiosas aportaciones y opiniones.

José Ignacio González Paniego. Pelotaris vascos en américa: conflictos laborales de los puntistas profesionaes en los E.E.U.U 1968-1996 (1998).

Olatz González Abrisketa: Pelota vasca: un ritual, una estética. (2005).

Luis Arambarri: La pelota según Gallastegui. (2010).

Luis Bombín Fernández y Rodolfo Bozas-Urrutia: El gran libro de la pelota (1976).

P.S. Entre las medidas de presión no es preciso llegar a lo sugerido en el artículo de abajo.

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