
Nos ubicamos en el último tercio del siglo XIX: Donostia/San Sebastián es el lugar de moda al que acuden reyes y reinas, toda la corte, la aristocracia, ministros, ricachones y burgueses, pues quien no estaba allí no era nadie. Se daban baños de mar en La Concha, iban a los toros y al casino.
Y ese justo momento coincide con el boom de la pelota vasca, en 1877 se había construido el Jai Alai de Ategorrieta, el primer gran frontón industrial, cerrado, privado y de gran capacidad (2.500 espectadores). La pelota se convierte en el deporte y el pasatiempo de moda, en parte lujoso y refinado, en parte exótico.
Será el punto de partida de la universalización de la pelota vasca por el mundo. A partir del Jai Alai de Donosti, se construyeron frontones en cuatro continentes, muchos de ellos grandiosos, la afición se multiplicó, se convirtió en el espectáculo más popular. La pelota fue deporte oficial en las Olimpiadas de París del año 1900, hecho que no se ha vuelto a repetir. Cuando el fútbol aún ni existía, la pelota se convirtió en un símbolo del País Vasco por medio mundo, llevando como embajadores a miles y miles de pelotaris profesionales.
Y tan apegada estaba la realeza al País Vasco y a la pelota, que incluso la reina regente, María Cristina, aprovechaba para ir al euskaltegi… (Periódico La Unión Católica, 23 de agosto de 1887).

